Por Luis Alejandro Rizzi
“….Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad…”(En CONGRESO, 4 de julio de 1776. La Declaración unánime de los trece Estados Unidos de América)
En Venezuela se acaba de crear el Vice ministerio de “Redes sociales y el de Suprema felicidad social del pueblo” que según su presidente fue llamado así “…en honor a nuestro comandante (Hugo) Chávez y a nuestro Bolívar, para la suprema felicidad social del pueblo venezolano…”, lo cierto es que dicho vice ministerio se asemejaría al nuestro de “desarrollo social”, pero así lo han bautizado.
A decir verdad un artículo de UMBERTO ECO, titulado “Usted sabe realmente que es la felicidad” reproducido por el diario “Clarín” el pasado día 27 de abril, me motivó para pensar sobre la “felicidad” y como abogado que soy para preguntarme si realmente existe un “derecho inalienable a la búsqueda de la felicidad” como dice “la declaración unánime de los Trece Estados Unidos de América” del año 1776.
Econos dice que la “felicidad es efímera, episódica y breve”, lo que en mi opinión es una afirmación pesimista o si se prefiere relativista o líquida, además de inexacta.
En definitiva parecería que ECO vincula la felicidad con “alegrías” circunstanciales y pone como ejemplo, el nacimiento de un hijo, descubrir que nuestros sentimientos de amor son correspondidos, tener un billete de lotería ganador o alcanzar una meta largamente ansiada.
En una palabra relaciona la “felicidad” con hechos o cosas puntuales.
La felicidad se reduciría a una suerte de “consumismo” sea de cosas o bienes, en el ejemplo de Eco, el nacimiento de un hijo sería un bien que nos daría tanta felicidad como un billete de lotería ganador, que sería una cosa.
Personalmente no creo que sea así la felicidad o la infelicidad no están relacionadas con “alegrías o tristezas efímeras, episódicas o breves”, nuestro nivel de felicidad o de infelicidad depende de uno y tiene relación con poder realizar el propio plan de vida en función de valores nobles ya que como lo dijo Gilles Lipovetsky, todos tenemos la noción del bien y del mal y ponía un ejemplo, una violación de una mujer es un “mal”.
Desde ya afirmamos que la “felicidad” tiene que ver con el “bien”
La felicidad no depende del “tener”, en todo caso depende del afán que cada uno pone para hacer o labrar su propia vida.
La felicidad sería para mí una cualidad de la “existencia”
Recuerdo algo que escribió Gilbert K Chesterton, creo que fue en “ORTODOXIA”, si uno se propone tener un mundo azul, hay que comenzar a pintar todo de azul y algún día el mundo será azul. Mientras pintemos de azul seremos felices porque estaremos haciendo y cumpliendo con nuestra tarea vital.
Seguramente la vida no nos alcanzará para ver el mundo pintado de azul, pero seguramente también seremos felices no por el resultado sino porque estamos haciendo lo que creemos que debemos hacer.
La felicidad estaría vinculada íntimamente con el ejercicio de la virtud una de cuyas acepciones así dice: “Disposición constante del alma para las acciones conformes a la ley moral”.
Encontramos otro ingrediente la felicidad está relacionada con un “tender al logro de fines nobles…”.
El logro de fines innobles puede causar más bien “satisfacciones” pero nunca FELICIDAD. Satisfacer en una de sus acepciones significa saciar un apetito o pasión.
En “Estudios sobre al amor” Ortega explicaba que fue Platón quien conectó para siempre amor y belleza, y agrega “….Sólo que para él la belleza no significaba propiamente la perfección del cuerpo, sino que era el nombre de toda perfección, la forma, por decirlo así, en que a los ojos griegos se presentaba todo lo valioso. Belleza era optimidad…”
Como vemos la “felicidad” tiene que ver con una asociación que llamaría de cualidades o virtudes que se opone en cierto modo a la concepción de Eco.
Veamos no me resulta posible separar la idea de felicidad, del amor, de la belleza, de la optimidad y de la perfección, lo que los filósofos llaman la plenitud de “SER”.
La existencia humana, según mi modo de ver, es una búsqueda y aprendizaje permanente, en la que la educación es esencial porque también nos debe enseñar lo que es necesario para saber vivir virtuosamente que no es ni más ni menos que cultivar la existencia. Volveremos mas adelante sobre la virtud.
En ese sentido el universo también es creación continua, sucesión infinita de universos nacientes en todas partes y yendo al infinito. (Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, tomado de la FLECHA DEL TIEMPO de VICTOR MASSUH)
Un “SER” estático no sería SER porque no tendría existencia, mas bien no tendría vida. Podríamos imaginarlo como una perfección, pero no sería un “SER VITAL”, la esencia del “SER” es su eterna vitalidad, ya que de lo contrario estaría fatalmente condenado a su fin, su muerte.
El “SER” tiene existencia pero es atemporal.
Los seres humanos por el contrario al ser temporales tenemos principio y fin, porque somos “seres” desde que somos concebidos hasta que nos morimos.
En algún momento nosotros somos fuimos “no seres” aunque parezca un oximorón, somos “no seres” mientras no hemos sido creados o concebidos, por la sencilla razón que no existimos.
Yo que estoy escribiendo esta NOTA, en algún momento no fui, mi “SER” tuvo un principio y tendrá un fin por eso diría que los humanos tenemos un “SER IMPERFECTO” o más bien participamos temporalmente del “SER” porque reitero el “SER” es eterno, el SER es como una suerte de horizonte, siempre esta lejos.
Me atrevería a decir que cada ser humano participa de ese “SER” eterno, que para unos puede ser Dios, como es mi caso, para otros el universo o el orden cósmico, la naturaleza y ese sentido de pertenencia o participación a ese “SER” es el que influirá decisivamente en nuestras creencias.
Victor Massuhdice que “No existiendo un principio o una norma o un paradigma, todas las conductas tienen la misma legitimidad, igual validez” y agrega de inmediato: “O lo que es lo mismo: ninguna conducta posee validez”.
El mismo Massuh nos recuerda el ejemplo de Hubert Reeves que explicó que si la edad del planeta se redujera a la duración de un día, un minuto equivaldría a tres millones de años. En ese caso, los primeros homínidos habrían aparecido solo en los últimos dos minutos…
Traje a colación este ejemplo para insistir en la cuestión del tiempo circunstancial y su incidencia en nuestros comportamientos, pero sobre todo para entender lo efímero de nuestra, vaya oxímoron, larga vida o existencia.
Como decía Ortega en alguna de sus obras la vida es incesante justificación de si misma, además la vida nos es disparada a quemarropa.
La noción de tiempo es netamente personal, el uso de nuestro tiempo vital depende de cada ser humano y ello es así porque somos seres libres, siempre debemos elegir u optar entre opuestos o quizás relacionarlos.
El principio de validez universal es el “SER” como perfección total.
Aunque asumamos un nihilismo extremo, es decir la negación absoluta que nos dice “si Dios no existe, todo está permitido” o “Si nada es cierto, todo está permitido”, nos equivocaríamos dado que todo ser humano tiene la noción del bien y del mal y ello se debe a que nos guste o no somos participes del “SER” que sería esa suerte de ALEPH donde y Dios y la perfección se confunden en un solo SER.
Volviendo a Ortega, decía en “Misión de la Universidad” que “La vida es un caos, una selva salvaje, una confusión. El hombre se pierde en ella. Pero su mente reacciona ante esa sensación de naufragio y perdimento. Trabaja para encontrar en esa selva: vías “caminos” es decir ideas claras y firmes sobre el universo, convicciones positivas sobre lo que son las cosas y el universo. El conjunto, el sistema de ellas es la cultura en su sentido verdadero….La cultura es lo que nos salva del naufragio vital, lo que permite vivir al hombre sin que su vida sea tragedia sin sentido o radical envilecimiento”.
Quizás en este párrafo tan sabio y rico Ortega con vigente lucidez nos dice que la gran cuestión de la vida no es solo encontrar el camino, por eso la vida es búsqueda y aprendizaje, sino además evitar el naufragio o una vida envilecida que sería el camino a la “infelicidad”.
Encontrar el camino sería sinónimo de “felicidad”.
Como vemos no podemos hablar de “derecho a la felicidad”
Cuando el hombre descubre lo que son las cosas y el universo y les encuentra sentido vive la felicidad, cuando la vida se convierte en tragedia la persona naufraga en la infelicidad.
La felicidad se vive, la infelicidad se padece. Eso marca las diferencias de las existencias humanas.
La felicidad genera alegrías y tristezas, pero aunque parezca una paradoja o una “idea loca” como podría haber dicho Chesterton, la tristeza nos da una dimensión de genuina alegría que es la de comprender el sentido del dolor.
Solo la felicidad de nuestra vida también nos permite identificarnos afectivamente con el ánimo del otro, en su alegría y en su dolor, por ese motivo la tristeza es también una forma de “alegría” y de felicidad.
Ortega nos decía que “Ser feliz es, en una primer aproximación, sentir que la actividad propia se halla absorbida, de modo a la vez puro y gustoso, por la tarea a que se halla consagrado…”; y mas adelante agregaba “Felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tienen singular vocación”.
La vocación tiene que ver con la “inspiración” es un estímulo que cada uno debe descubrir para encontrar esa trayectoria que lo llevará a un estado de “felicidad”.
Toda persona tiene una vocación, más no todos la saben descubrir, es el drama de Hamlet cuando se plantea el famoso “To be or not to be: That is de question”.
Otros pueden elegir la trayectoria inversa que es la que nos lleva paradojalmente al “no Ser” que sería si vale la expresión la búsqueda de la imperfección absoluta, es decir la búsqueda de la “nada” lo que significa vivir en la frustración permanente o vivir el “odio”, es el camino que para algunos termina en el suicidio que es el momento en la que la vida pierde todo sentido, es el momento en que carecemos de ánimo para mantener la trayectoria de la vida, es como querer ganarle al final.
A Hamlet precisamente lo detiene el temor a que en verdad la muerte encubra otra vida: Morir, dormir tal vez soñar….”
De alguna forma el “odio” como virtud negativa equivale a la nada o al NO SER, el odio es una consecuencia de vivir una vida sin vocación ni inspiración.
Volviendo a Ortega “Es más fácil lleno de fe morir, que exento de ella arrastrarse por la vida”, agregaría vivir en la búsqueda de la nada, es precisamente arrastrarse en la vida.
El odio, al contrarió de cómo lo define la RAE no necesariamente lleva al “mal”, hay muchas personas que viven su vida buscando la “nada” y no por ello dejan de ser buena gente, buscan la “nada” como si fuera un bien, quizás este sea el mayor drama humano que es el sentido de la propia frustración.
La Declaración de los trece estados unidos de Américahabla del “derecho inalienable a la búsqueda de la felicidad”, pero la cuestión es que la búsqueda de la felicidad no es un derecho.
Es más bien un imperativo moral.
“Los seres humanos son libres en esencia porque su vida no puede ser más que su propio proyecto, una actividad “para”, orientada hacia el futuro, aun cuando a menudo perciban la vida como una serie de rendiciones a las necesidades y la interpreten en términos de “debido a”, como algo determinado por el pasado…”, tal una de las alternativas que plantea Zygmunt Bauman.
La libertad a la que nos referimos, es esta “LIBERTAD” la que tiene cada persona para hacer su propio proyecto, vivir es una tarea, “Felicidad, en suma, es la coincidencia entre la vida proyectada y la vida real y efectiva”, decía Ortega y agrego la “vida proyectada” y la vida real debe ser la búsqueda de la perfección. La felicidad en lenguaje Orteguiano seria una vida vivida en permanente inspiración y ejerciendo la propia vocación.
La vida se vive hacia adelante con la incertidumbre que ello significa, el mañana, también decía Ortega, no está escrito.
Como hemos visto la vida es proyecto por tanto “Espera”, pero una espera activa, una “espera” con “esperanza”, diría “esperamos con la esperanza de poder realizar nuestro proyecto”, esa sería la mejor imagen de la felicidad humana.
“Esperar” no es lo mismo que “esperar qué…”, “esperar” vendría a ser una suerte de “know how” de la vida, buscar el objeto, mantener la trayectoria de nuestra flecha en el rumbo elegido al que también sabemos nunca llegaremos porque la finitud de nuestra existencia en algún momento lo impedirá, pero la felicidad nos permite tener la idea de la plenitud del “SER” de conocerlo y de “amar”.
“Esperar” y “amar” son dos actividades de la persona y junto con el objeto perseguido, la trayectoria elegida son los elementos esenciales de la “felicidad”.
Espera quien puede amar y ama quien puede esperar y para ello hay que saber que se debe buscar. “No hay vientos favorables para el que no tiene rumbo”. Es difícil, diría imposible, vivir en estado de felicidad cuando no se descubre la propia vocación.
La felicidad y la tristeza son adjetivos, son cualidades de nuestra vida.
Los derechos tienen que ver con los “haceres”, se tiene derecho a trabajar, a poseer bienes y cosas pero no se tiene derecho a las cualidades, estas son propias de cada uno.
Serían “bienes primarios naturales” como lo señala Rawls en su“Teoría de la Justicia”, no controlables, por lo tanto no son derechos, no existe el derecho a la belleza, no existe el derecho a la inteligencia, a la imaginación, al vigor, al amor o a la salud por ello no existe el derecho a la felicidad o a su búsqueda, paradójicamente la “infelicidad” no sería un “mal natural”.
Respecto a estos “bienes primarios naturales” podríamos decir que se corresponden a algunos derechos, pero no debemos confundirlos con aquellos.
El derecho a recibir educación, no tiene que ver con la inteligencia de cada persona, el derecho a la asistencia médica no tiene que ver con la “salud” como tal, ya que una persona puede recibir la mejor atención y su “salud” podría no mejorar; habría un derecho a la asistencia médica pero no a “mejorar la salud” o en todo caso a mantener la buena salud.
Lo mismo pasa con el bien natural de la inteligencia. Hay personas más inteligentes que otras, pero el derecho a recibir educación no tiene que ver con el nivel de inteligencia o con el bien natural que es, sino con el derecho de la persona como tal, que son dos cosas distintas. Lo “no inteligentes” también tienen derecho a la educación.
Continuando con estos razonamientos, afirmamos que tampoco existe el derecho al “amor”, éste es si se quiere un bien lo que existe es el derecho a la vida, a la familia.
La Constitución dice que las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados.
La búsqueda de la felicidad, pues encuadra en esa norma un límite, es una acción privada de cada uno en cuanto no resulte ofensiva.
La “búsqueda de la felicidad” es más bien una obligación o imperativo moral de la persona, como lo anticipamos, sería el cumplimiento de una ley natural que nos impone la obligación de obrar virtuosamente.
El padre Julio Meinvielle nos enseñaba que “Si el hombre, en su obrar, se ajusta a la ley natural, obra virtuosamente; si no se ajusta, obra viciosamente”. La búsqueda de la felicidad encuadra en esa obligación de obrar virtuosamente, la felicidad seria la consecuencia natural de ello
“A la ley natural –dice Santo Tomás (I - II, q. 94, a. 3) – pertenece todo aquello a que está el hombre inclinado por su naturaleza, Ahora bien, cada cual está inclinado a la operación que le es conveniente según su forma, como el fuego a la operación de calentar. Siendo el alma racional la forma propia del hombre, hay en cada hombre inclinación natural a obrar según la razón, es decir, virtuosamente.”
La mayoría de la gente tiene un concepto equivocado de lo que constituye la moral u “obrar virtuosamente”
Meinviellenos ayuda a aclarar el concepto: “…El error pudiera proceder de que para muchos la moral, lejos de ser una realidad profundamente humana, que se confunde con las más nobles exigencias de la naturaleza racional del hombre, es como un molde estrecho, forjado de antemano, que no tiene otra función que poner estrechamiento a todas las aspiraciones humanas. Se substituye, entonces, la moral por una moralina, por un recetario de preceptos más o menos convenientes.
Es éste un gravísimo error. Porque, como hemos visto al reproducir las luminosas enseñanzas del Doctor Angélico, el orden moral no se ajusta al hombre desde fuera, sino que, al surgir en virtud de sus mismas exigencias racionales, está condicionado por su estructura interna. Los preceptos morales surgen de las inclinaciones naturales. Para conocer lo que el hombre debe hacer o debe evitar, estudiamos en qué medida una cosa responde al bien humano; y precisamente si sostenemos que el orden político es una parte de la moral, es porque no puede concebirse al hombre en la plenitud de sus inclinaciones o exigencias naturales si no convive con otros en sociedad política.”
En ese sentido el “obrar moral” depende de circunstancias por ello una acción en un caso puede resultar moral y en otro obscena o inmoral.
Como hemos intentado demostrar no se tiene un “…derecho inalienable a la búsqueda de la felicidad…”, además no existe ese derecho, a lo sumo la búsqueda de la felicidad es un imperativo moral.
Sin embargo también es cierto que los estados con sus políticas pueden dificultar y hasta impedir “la búsqueda de la felicidad”.
La deserción escolar y su actual nivel de muy baja calidad, la desocupación masiva, me refiero a índices que superen el 5%, dificultan en punto extremo la “búsqueda de la felicidad”, porque el trabajo tiene que ver íntimamente con la “vocación” y el desarrollo de la vocación es uno de los caminos que ayuda a encontrar la “felicidad”.
La otra cuestión es que para la moral actual y agregaría para la política,, no es evidente que la escuela sea una institución legítima, como lo afirma Paula Sibilia.
A su vez como lo vemos en nuestra realidad hay fenómenos preocupantes que son consecuencia de la deserción escolar y la falta de trabajo como pasa con el crecimiento del narcotráfico y la imposibilidad por parte del estado de mantener índices razonables de seguridad, incluso lo que se dio en llamar “sensación de inseguridad” que tendría que ver con un clima que facilita el crecimiento de la delincuencia.
El trabajo marginal, me refiero al no registrado, es una modalidad moralmente aceptable para el trabajador e inmoral e ilegal por parte del empleador y de la sociedad, pero como decíamos en nuestro anterior en este mismo portal titulado “El costo de los derechos”, el trabajador informal persigue fines nobles.
Pero ese tipo de trabajo es una escuela para el delito porque el ejemplo que recibe el trabajador “informal” es que otro obtiene beneficios económicos por medios ilegales y por lo que en general, es un modo de explotación personal.
El trabajador “informal” carece de todo beneficio social y eso si le dificulta ejercer el derecho a tener una familia digna, y si la logra conformar, queda virtualmente librado a su suerte.
El trabajador “informal” y su familia, está fuera de la ley, esa es su normalidad y en la medida que esa pobreza lindante con la miseria crece, crece en proporción geométrica la anomia social cuya primera expresión es la protesta también ilegal aunque preferiría llamarla “Alegal”, como son las ocupaciones, los piquetes y extremando la justicia por mano propia que son los fenómenos sociales que nos están ocurriendo ante los que estamos indefensos.
El informal, el desocupado que hoy no se sabe cuántos son, se expresa como vive, de algún modo vive en otro mundo, que nuestro mundo no sabe conquistar o abordar, solo hacemos sentir nuestra incomodidad ante esa otra realidad que preferimos ignorar. Para el informal la ley no procura “el bien común” como define a la ley Santo tomas.
Como vemos el estado con sus políticas, sus malas políticas, puede dificultar y hasta impedir cumplir con el imperativo moral de “buscar la felicidad”.
Anabel Hernández, una excepcional investigadora del “narcotráfico” escribió sobre el tema y en uno de sus libros “Los señores del narco” no solo expone las vinculaciones entre esa actividad delictual y la política y el derecho sino como se llega desde las carencias sociales al narcotráfico como actividad que desde la marginalidad, permite alcanzar un nivel de riqueza que para el carenciado total puede significar algún nivel de “felicidad”, aunque yo diría más bien de “satisfacción”.
En México hay un dicho que dice: “prefiero vivir cinco años como rey, que cincuenta como buey”, según lo contó al diario “LA NACION”, Alfredo Corchado
Es cierto, para el que carece de todo y solo tiene una vida que carece de valor existencial y esencial, sumado a que en general la carencia educacional es casi total, la vocación se canaliza, si se me permite ese uso figurado, por el delito con toda la carga de valores negativos que lleva a ese tipo de actividad, que tienen su propia cultura y hasta un modo de religiosidad que justifica el castigo cruel o “ejemplar”, hasta la misma muerte.
Dice Corchado que el “narco avanza en la cultura de los ni-ni, la cultura de los jóvenes que ni trabajan ni estudian. Ahí están los reclutados”
Incluso en esa “cultura inculta” o “contracultura” si se me permite el uso de otro oxímoron, se establece una escala de valores que excluye de las disputas a los niños, las mujeres o las propias familias y quien traspasa o rompe esos límites deberá soportar castigos atroces.
A modo de anécdota en esa serie que se llama “El patrón del mal” en un momento dado un “narco” se niega a convenir con un político, porque lo consideraba demasiado corrupto.
Hasta la corrupción tienen sus límites, como además me lo dijo hace unos años un empresario europeo.-
En fin y a modo de conclusión los malos gobiernos y sus malas políticas dificultan e impiden a la gente cumplir con su obligación moral de buscar la felicidad.
Es obvio, el estado nunca podrá hacer feliz a la gente, pero si la puede hacer muy infeliz.
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