Desde su refugio, el hombre de las cavernas habrá mirado hacia el exterior con comprensible temor. Temor al frio inclemente, a las bestias carnívoras, a las enfermedades y los enormes animales que debía cazar para conseguir el alimento para su clan. Es improbable que ese hombre primitivo no comprendiese que el riesgo formaba parte de su realidad. El trabajo era, en aquellos días sin almanaque, proteger a su grupo familiar, asegurar la morada y conseguir el sustento. Ese trabajo no podía detenerse pues la inacción motivada por una elusión al riesgo equivalía a perder la vida.
La inacción incluye riesgo. Así lo entendió el millonario y empresario tecnológico Elon Musk, CEO de la empresa TESLA, y actual campeón de quienes desafían el encierro impuesto en algunos estados norteamericanos con motivo de la pandemia global declarada por la Organización Mundial de la Salud. Hace unas semanas, el Sr. Musk generó revuelo cuando publicó un comentario en la red social Twitter que decía: “tomen la píldora roja”. Una breve referencia cinematográfica es imprescindible. En 1999 la cultura pop retomó el debate conceptual sobre la realidad con el film de ciencia ficción “Matrix” de los hermanos Wachovsky. En una de las escenas más emblemáticas de “Matrix” el protagonista, cuya mente se encuentra atrapada junto con la de la mayor parte de la humanidad en una simulación por computadora, debe elegir entre tomar una píldora roja, que lo expone a la realidad, o una píldora azul que le permite continuar en el sueño, olvidando la verdad.
Musk se encuentra entre las personas más influyentes del mundo y es uno de los críticos más feroces de las medidas de encierro tomadas en Estados Unidos durante la actual situación sanitaria. Comprende su realidad así como los riesgos y tan desafiante es su postura que, a mitad de mayo de 2020, la planta de TESLA reabrió sus puertas en el estado de California, que se encuentra bajo control del partido demócrata. El trabajo debe continuar y TESLA ha dado un importante primer paso eligiendo sistemas que faciliten el mismo. La reapertura incluyó medidas de seguridad como la utilización de mascaras de plástico, guantes, distancia social, control de la temperatura de los empleados al momento del ingreso y hasta la instalación de barreras de protección entre los trabajadores. TESLA juega con una ventaja importante: no cuenta, en la actualidad, con un sindicato que enfrentar. Por las complicaciones impositivas que ofrece California, Musk podría emigrar al estado de Texas con toda su compañía con un posible costo de, al menos, un billón de dólares, el cual sería compensado con quitas de impuestos en dicho estado republicano. El lockdown no ha evitado que, el último sábado de mayo, un mundo todavía encerrado y temeroso, se sorprendiera con el lanzamiento y puesta en órbita del vehículo espacial tripulado Crew Dragon a través de la empresa Space X, también propiedad de Elon Musk. Es indudable que, para este empresario, la constante innovación y la superación forman parte de su realidad y ello lo ha convertido en el paradigma del hombre de hoy.
Con motivo de la crisis provocada por el coronavirus, los ciudadanos nos hemos acostumbrado a ver en distintos medios a celebridades y políticos pronosticando la llegada de una supuesta “nueva normalidad”. La ambigüedad de esta tendenciosa anticipación por una novedosa e intrigante realidades visible pero, al menos desde una perspectiva laboral, los hechos sugieren que, en lo esencial, la clásica normalidad se mantendrá.
¿Qué es lo que podría cambiar? El virus originado en China ha desafiado a la eficiencia en el trabajo y algunos resultados ya se vislumbran. Se ha cruzado el umbral de la duda y queda confirmada la utilidad de las videollamadas para reuniones que se realizaban en persona. Podría multiplicarse la habilitación de nuevos portales digitales que faciliten el acceso para efectuar presentaciones y trámites cuyo soporte en papel resultaría innecesario. El tiempo ahorrado justificaría una inversión en dichos sistemas. Las empresas que ofrecen oficinas temporales han visto comprometida su rentabilidad pues las medidas de distanciamiento social afectaron su modelo de negocios. La utilización del home office, en caso de mantenerse, produciría una oportunidad para muchas compañías de reducir su tamaño físico, lo cual tendría un impacto en el mercado de alquileres, generando una posible baja en el costo de arrendamiento tanto de locales como de oficinas. Un relevamiento realizado por la consultora Newmark Knight Frank ha arrojado un resultado interesante: El 48% de las empresas argentinas estaría planeando optimizar sus espacios de trabajo en el mediano plazo y considera que las superficies que ocupan se reducirán. Según el mismo relevamiento, sólo el 10% de los particulares encuestados preferiría trabajar desde su casa. Newmark Knight Frank confirma en su informe que es mayoría la gente que optaría por una modalidad flexible para la vuelta al trabajo, con una combinación de home office y trabajo presencial. Sin embargo, el trabajo a distancia, la reducción y optimización del espacio laboral era una tendencia existente antes de la emergencia sanitaria. La reinvención y la innovación siempre formaron parte del mundo de las empresas y el trabajo.
La eficiencia también se destacó en los sistemas utilizados por diversos países para manejar el lockdown. Aprender de aquellos países que transitaron esa odisea es necesario pues, como se sabe, el éxito deja huellas.
En Suiza, cuyo sistema de gobierno es a través de un consejo federal, se tomaron medidas bastante laxas con su cuarentena. Una sociedad ordenada colaboró con los resultados ya que no se restringió la libertad. Con una tranquilidad envidiable, en Suiza se han abierto los colegios con educación presencial, los restaurantes, los museos, el transporte público y hasta las agencias de viaje. Estos pasos se han dado con ciertas limitaciones, pero la tendencia indica que pronto se llevará a cabo una reapertura total, volviendo a la normalidad. En este caso particular, parafrasear al gran Mark Twain se hace inevitable: los rumores de la muerte de la antigua normalidad han sido exagerados.
Alemania sufrió al principio la infección, pero actuó con rapidez y sentido común, con una cuarentena más estricta y control serio de fronteras. Si bien han existido protestas, la reapertura paulatina es una realidad en la nación goda. Los países nórdicos, por su parte, continuaron la vida de una forma normal, con medidas de distancia social. El trabajo siempre continuó. Uruguay eludió la solución del confinamiento y las políticas del gobierno incluyeron la repartición masiva de barbijos, el uso obligatorio de los mismos en algunos lugares, guarda de fronteras y distancia social. También se otorgó ayuda económica a trabajadores independientes y rebajas por franjas al salario líquido de funcionarios superiores a 80.000 pesos uruguayos (aproximadamente 126.300 pesos argentinos). Australia se manejó con velocidad al principio, con estricto control de sus fronteras y una cuarentena exigente que incluyó el cierre de los negocios no esenciales. Se evitó la propagación de contagio y se previó la temporalidad de las medidas pero, la dureza de estas, causó el desempleo de al menos 600.000 australianos. Esto no sorprendió al Primer Ministro de dicho país pues el resultado estaba pronosticado. Cuando se fuerza la detención del trabajo llegan las inevitables consecuencias económicas por lo que, para Australia, es primario poner en marcha la reactivación.
En todos estos países existieron contagios y muertes pero los efectos de estas experiencias son elocuentes. Las naciones que actuaron con velocidad y consideraron que la temporalidad de las medidas restrictivas era clave, consiguieron un temprano aplanamiento de la curva de infección. Todas ellas tuvieron en cuenta que interrumpir el trabajo era destruir la economía lo cual podría traer consecuencias más graves que el virus. Francia, Grecia, Bélgica, Italia y Alemania acaban de re abrir sus fronteras internas, conscientes que el turismo es un generador clave de riqueza y de trabajo. España piensa seguir el mismo camino a partir del 21 de junio. La normalidad se abre camino contra todo pronóstico.
En Argentina, la mayoría de la sociedad acató desde el principio las exigencias del aislamiento confiando en que sería una medida breve. El impacto de la detención del trabajo fue inmediato para muchas empresas. Entre las numerosas medidas tomadas por el gobierno se incluyó el programa de ayuda a empresas llamado Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y a la Producción (A.T.P.). Los empleadores, para adherirse al mismo-sin importar la cantidad de empleados que integren la empresa-, deben cumplir con exigentes requisitos, entre ellos, la renuncia al secreto fiscal y la imposibilidad de recomprar sus acciones ni distribuir utilidades. Así lo recomendó el Comité de evaluación del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y a la Producción, creado durante la cuarentena. A ello hay que sumarle la emisión monetaria requerida para afrontar la ayuda a dichos emprendedores y los pagos efectuados a los sectores más vulnerables. No se debe omitir que algunas empresas comenzaron a analizar la devolución al Estado de los montos percibidos a través del programa A.T.P. debido a la constante actualización de requisitos para adherirse al mismo. El grupo TECHINT rechazó la asistencia para el pago de sueldos de mayo 2020, devolvió todo el dinero que recibió a través del programa e inició un "apagón" en su planta de Campana hasta el 8 de junio de 2020 para reducir sus costos en forma global. La empresa buscó, con esta medida, facilitar su regreso a la normalidad ya conocida.
El resultado de 100 días de encierro no ha escapado al sector productivo. Muchas pymes han debido cerrar sus puertas. Algunas en forma transitoria y demasiadas en forma permanente. Como contrapunto, importantes empresas han firmado acuerdos con empleados y los respectivos sindicatos basándose en la suspensión del art. 223 bis de la LCT, única clase de suspensión laboral permitida en los DNU 329/2020 y 487/2020. La cantidad de acuerdos suscriptos indicaría que se ha producido un curioso equilibrio entre las empresas que no quieren despedir y los empleados que no quieren perder su trabajo. Pero este equilibrio tiene origen en la esperanza e interés de las partes en que tarde o temprano volverá la normalidad. Sin esa certeza ¿se habrían firmado esos acuerdos?
Preocupa en demasía que la justicia permanezca cerrada. Es fundamental que el Poder Judicial retome su actividad, tomando precauciones necesarias. Un protocolo de concurrencia a los juzgados es básico para finalizar la feria extraordinaria. La utilización de separadores de vinilo, audiencias de conciliación virtuales, mesas de entradas generales organizadas y hasta declaraciones de testigos a distancia son puntos a considerar. Los oficiales notificadores deberán tomar recaudos también al momento de los traslados probablemente con un sistema de precaución similar al del correo argentino. Es urgente un proceso para acelerar la apertura buscando maximizar la ya existente informatización de los documentos judiciales. Son alentadores algunos de los argumentos de la acordada 21/2020 de la Corte Suprema de Justicia de la Nación para suspender el receso de invierno. En dicha acordada el máximo tribunal ha mencionado que es necesario evitar que la prestación del servicio de justicia sufra más deterioro y que dicha prestación debe realizarse con mayor eficiencia, redoblándose los esfuerzos para evitar una paralización de la labor judicial. Se entiende que se espera un alto requerimiento del servicio de justicia una vez terminada la situación excepcional que atravesamos. A pesar de la reforzada severidad del aislamiento obligatorio resuelto por el Poder Ejecutivo Nacional que es de público conocimiento, se ha dispuesto –mediante acordada 25/2020-que la Corte Suprema funcionará con todos sus miembros y secretarios de Corte durante la feria extraordinaria. Es claro que el Poder Judicial cuenta con que se volverá a la normalidad.
Por su parte, el Servicio de Conciliación Laboral Obligatoria (SECLO) ha vuelto a funcionar en forma virtual y con limitaciones desde abril de 2020. Las audiencias no presenciales, que permitirán un rápido y efectivo contacto entre las partes, parecen ser un hecho que dependerá de la prueba y error al principio hasta encontrar su ritmo natural. Esta evolución no es novedosa. El perfeccionamiento ante los obstáculos ha acompañado a la naturaleza del ser humano desde su origen.
Todo parece indicar que la mayoría del sector productivo entiende que salir del encierro para trabajar es necesario aunque exista un potencial riesgo a la salud. ¿Acaso no hubo y hay riesgo en la vida diaria? Sí. Lo saben los médicos que lidian día a día con enfermedades e infecciones, los mineros expuestos a derrumbes, aquellos que manejan maquinaria pesada, quienes trabajan con instalaciones eléctricas, los colectiveros y taxistas que conducen por zonas peligrosas, los trabajadores de correo, moto mensajería y delivery y el personal de seguridad de bancos y establecimientos. Lo sabe todo trabajador cada vez que se sube a su automóvil, moto o bicicleta por la mañana. El riesgo no debe detener al trabajo.
La tendencia mundial es hacia la reapertura. No parece que nos dirijamos hacia una completa y nueva normalidad en el trabajo, sino a un regreso a la vida laboral que conocemos con algunas mejoras que la tecnología nos permitirá. La “nueva normalidad” tan publicitada no parece tener sustento salvo el romanticismo y el interés de algunos pocos. La experiencia nos dice que, incluso en los momentos más difíciles de la humanidad, hay espacio para la oportunidad y el avance. Las soluciones urgen y la falta de un plan concreto para salir del lockdown es inquietante. La detención del trabajo trae consigo la semilla del desastre.
Sería una lástima que el temor al virus de Wuhan y optar por un encierro protector nos lleve a desperdiciar una placa de Petri ideal para el fortalecimiento de la eficiencia y el desarrollo. No tomar riesgos y permanecer aislados es no asumir que el peligro forma parte de la vida. Lo supo aquel hombre primitivo que regresaba a su morada cargando consigo el fruto de su trabajo así como lo sabe el arquetipo del hombre moderno, cuando sugirió enfrentar la realidad y abandonarla tentadora seguridad del refugio.
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