La Quiebra de Goldman Sachs no Debería Considerarse Imposible
Por John Gapper

Hace una década Goldman Sachs tenía un patrimonio de u$s 6.500 millones y sus 220 socios, que en su mayoría tenían el dinero vinculado a la firma hasta su retiro, cuidaban muy bien su tesoro. La división de mercado –que era la que asumía más riesgos con el capital de los socios– se balanceaba con las divisiones de banca de inversión y gestión de activos, que cobraban comisión. Las operaciones bursátiles aportaron cerca de un tercio de su facturación en los dos años previos a su salida a bolsa, en 1999.

Tras la venta de acciones a inversores externos –los fondos comunes de inversión y los fondos de jubilaciones tienen aproximadamente 80% de su capital accionario– la firma fue incrementando de manera sostenida su apetito por el riesgo. Ahora, su división de renta fija y cambio se ha vuelto dominante y aportó dos tercios de los ingresos de Goldman en 2006 y 2007.

En la crisis financiera el gobierno de Estados Unidos dejó en claro su respaldo a Goldman y otros bancos de inversión. La entidad recibió del Tesoro una inyección de capital de u$s 10.000 millones (dinero que fue devuelto) y su deuda por u$s 21.000 millones está respaldada por la Federal Deposit Insurance Corporation. De hecho, es un holding financiero cuyo regulador y prestamista de última instancia es la Reserva Federal.

De modo que, si Goldman Sachs asumió más riesgos cuando su capital accionario estuvo en manos de extraños que cuando se trataba del dinero de los socios, qué podemos esperar ahora que el gobierno implícitamente acepta que la entidad es “demasiado grande para quebrar”. Goldman tiene un incentivo aún mayor para arriesgar el dinero ajeno.

Lo que le cae mal a la gente no es sólo que pueda llegar a pagar este año bonus por u$s 23.000 millones, sino que todos sus incentivos están torcidos. Resolver esto requiere que se enfrenten dos temas. Primero, la intención de Goldman de operar como una firma de Wall Street, con sus propios fondos de cobertura y de inversión en private equity, mientras cuenta con el apoyo del gobierno y la Fed. Segundo, su tradición de separar cada año la mitad de sus ingresos para sus empleados.

En cuanto a lo primero, la posición de Goldman me parece insostenible. No tiene sentido considerarlo como cualquier otro banco, con los mismos privilegios y obligaciones que los bancos minoristas. Esto no implica acusarlo de ser imprudente o descuidado en su manera de operar. Pero su negocio es diferente del de los bancos para los cuales se inventó el mecanismo que permite, en circunstancias extremas, a los bancos regulados por la Fed tomar dinero prestado a cambio de títulos. Hasta hace poco nadie hubiera sugerido que Goldman debía figurar entre ellos.

En cuanto a los bonus en el sector de banca de inversión, el problema no es la dimensión de las recompensas (aunque los accionistas deben preguntarse si realmente son merecidas) sino los incentivos que crean.

Si Goldman volviera al sistema de retener todo, o 90% del capital de los bonus hasta el momento del retiro, todos serían más cuidadosos con el dinero. Y si los contribuyentes vieran, no sólo que los bonus se manejan de esta manera, sino también que se permite que el banco quiebre ante cualquier crisis futura, esto podría calmar parte del resentimiento que siente el público.

fuente: cronista.com

 

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