José Ignacio Azar
Cariola Diez Perez-Cotapos

¿Si no hubieses sido abogado que te hubiera gustado ser?
Escritor, sociólogo, músico o crítico de la guía Michelin.

 

¿Cuál fue el libro que más te gusto o te impacto en tu vida?
Los libros impactan por momentos de la vida, creo. En la adolescencia fue La peste, de Albert Camus, en la época en que todos nos creíamos un poco existencialistas. Más tarde fue Estrella distante, de Roberto Bolaño. La elegancia con la que relata el horror me cautivó. Hace unos siete años leí por primera vez Stoner, de John Williams. No sé si he leído un libro más bello que ese. Y ahora me he vuelto un entusiasta lector de Martín Kohan. Ciencias morales tiene una prosa única, conjuga muy bien ese vínculo entre forma y fondo que Kohan cree indisolubles.   

 

¿Un lugar donde te gustaría vivir?
Volvería a Edimburgo, siempre, aunque una temporada en San Sebastián, comiendo morcilla y tomando vino, no estaría nada de mal. No sé si me podría volver un seguidor de la Real Sociedad, sin embargo.

 

¿Qué te hace feliz?
La ejecución de mis rutinas personales: tomar desayuno en la cama leyendo; ir al estadio a ver a mi equipo, de local, ojalá un sábado alrededor de las seis de la tarde; comer una hamburguesa en el Lomit’s; ir, cada tanto, a un concierto en cancha y meterme a los moshpits como si tuviera dieciocho años.

 

¿Qué te pone de mal humor?
La mala comida en un restaurante. Y bueno, que el equipo del que soy hincha pierda, pero a qué hincha no le pone de mal humor eso, claro.

 

¿Tu virtud preferida?
La calma ante situaciones de tensión, aunque la mayoría de las veces no sea más que una impostura estratégica.

 

¿Cuál es tu principal defecto?
El pudor excesivo, al punto que me lleva a ocultar mi verdadero principal defecto.  

 

¿Cómo te imaginas en el futuro?
Esta pregunta me aterra. Cada vez que he pensado en el futuro todo termina tomando rumbos que no habría esperado. Aprendí a contentarme con planificar la semana, a lo sumo.

 

¿A quién admirás?
A un viejo italiano que conocí una vez en Valparaíso, cuando era un universitario. Estaba con un grupo de amigos y queríamos tomarnos un trago. No había nada abierto, era esa hora intermedia entre el almuerzo y la comida. Mientras preguntábamos por bares, este viejo nos escuchó y nos propuso que compráramos algo en una botillería y lo tomáramos en su casa. Llevamos pisco y Coca Cola. El viejo nos pasó unas tazas porque no tenía vasos, y nos contó su vida entera y cómo había terminado viviendo solo en Valparaíso. Admiré su capacidad para convencer a jóvenes que se creían intelectuales y medio nihilistas a pasar la tarde con él.  

 

¿Tu músico favorito?
Eddie Vedder y Jorge González, en ese orden.

 

¿Qué deporte practicas o te gustaría practicar?
Me encantaría responder fútbol, pero renuncié hace ya varios años. Tendría que decir tenis y buceo, deportes individualistas que, de todos modos, disfruto mucho, a pesar de que, la verdad, no practico hace un buen tiempo.

 

¿Cuál es tu serie de televisión favorita?
De las más recientes, Mad Men y Breaking Bad. Más antiguas, Gilmore Girls, sin duda. La vi con mi hermana. Me gustaba que entre mis amigos yo era el bicho raro que veía esa serie que ellos creían plana y sin acción. Cuando hace poco salieron cuatro nuevos capítulos no me preocupé de si eran buenos o malos. Los vi como los tiene que ver un fan incondicional: sorprendido por cada escena, sin juzgar nada.  

 

¿Cuál es tu dispositivo tecnológico/app preferido?
El Ipad que viene con lápiz. Ya no es un problema perder las libretas donde tomo notas, aun cuando la renuncia cotidiana a escribir sobre papel de verdad fue y sigue siendo un problema. Supongo que para trabajar es normal que prefiera el orden al placer.  

 

¿Qué herramientas tecnológicas te resultan útiles?
Los buscadores de jurisprudencia y los papers disponibles en internet. Seguro que la vida de los abogados en una biblioteca debe haber sido fascinante, pero, de nuevo, para trabajar prefiero la comodidad al romanticismo.

 

¿Qué te gustaría hacer en el futuro que hoy no podes? 
No contar nunca más un plazo.

 

 

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