Barreras Invisibles
El año 2001 marcaba la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio. Con ello, el gigante asiático se comprometía, entre otras cosas, a abrir de forma gradual su mercado a la inversión extranjera.
Este objetivo debía conseguirse, principalmente, a través de desarrollos legislativos, eliminando restricciones existentes hasta la fecha y asegurando el trato igualitario entre inversores extranjeros y chinos.
Desde entonces, China ha acometido muchos cambios en ese sentido. Cientos de leyes aprobadas en los últimos años lo atestiguan. Como cualquier abogado que viva y desarrolle su práctica en este país les dirá, el ritmo legislativo es tan frenético que causa problemas, no únicamente en su seguimiento, sino también, y de forma más importante, en su aplicación. Pues una nueva ley no se limita a su texto y normas de desarrollo, sino que alcanza, asimismo, a su aplicación en el día a día, lo cual, como es obvio, conlleva años, en el mejor de los casos. Los problemas que de ello se derivan son innumerables.
A pesar de todo lo que ha mejorado, China sigue siendo un mercado difícil de entender y abordar para los inversores extranjeros. No ayuda, por ejemplo, que, para constituir una sociedad de responsabilidad limitada, se tarde entre dos y tres meses (siempre y cuando no surjan problemas en la constitución), comparado con los dos días de Nueva Zelanda, por poner una comparación. En los rankings que periódicamente se publican relativos a la facilidad de hacer negocios, China tampoco aparece en las mejores posiciones; más bien, al contrario.
Es cierto, sin embargo, que hay sectores en los que la inversión extranjera ha tenido un éxito considerable en este país. Por ejemplo, las marcas de lujo, que son capaces de vender incluso a precios superiores a los que ofrecen en países occidentales. También cosechan éxitos Airbus y Boeing, así como compañías especializadas en la generación de energías renovables y el tratamiento de todo tipo de residuos, incluyendo el tratamiento de aguas. Starbucks, McDonalds, KFC, Zara y Mango, por nombras algunas, son buena muestra del buen hacer de franquicias extranjeras en China. En otros sectores, el éxito es más relativo: las farmacéuticas, a pesar del tiempo y los enormes esfuerzos económicos, apenas tienen cuota de mercado, encontrándose en parecidas situaciones empresas de productos de consumo, como Procter & Gamble.
Pero las barreras, a veces invisibles y otras veces manifiestas, siguen haciendo acto de presencia. China ya es el mercado de automoción más grande del mundo: en lo que llevamos de año, ya ha superado a Estados Unidos en volumen de ventas de nuevos coches. La legislación china impone a las marcas extranjeras un socio chino al 50%. Cuando el gobierno tiene que decidir qué marca de coche extranjera utilizar para sus altos cargos, lo hace en base a cuál de ellas importa menos piezas. La importación de coches fabricados en el extranjero, por otra parte, es objeto de aranceles muy elevados. Los sectores bancarios, telecomunicaciones, marketing, seguros, educación, publicaciones, siguen estando fuertemente restringidos a la inversión extranjera. La inversión en campos de golf estaba permitida hasta el año 2007, pero ya no en la actualidad.
El sistema de control de cambios (el yuan no fluctúa libremente en el mercado de capitales) causa constantes quebraderos de cabeza a las empresas extranjeras en China, sometidas a un escrutinio de sus actividades económicas al que pocas están acostumbradas. El poder de decisión de la Hacienda china es también un elemento que sorprende al más experimentado inversor. Por último, la devaluación del yuan, que el gobierno chino utiliza como incentivo al sector exportador, es motivo de constantes quejas tanto por parte de Estados Unidos como de Europa.
Buenas infraestructuras, costes laborales relativamente bajos, una creciente clase media y la sofisticación gradual del consumidor chino hacen del país uno de los destinos favoritos del inversor occidental. Las barreras que, en la práctica, se encuentra el inversor extranjero pueden ser no muy diferentes a las de otros países, pero sin duda deben "contabilizarse" en los planes que se tengan para China. Importantes grupos españoles han tenido que invertir muchos años, esfuerzos y recursos económicos para finalmente obtener resultados. China es, sin duda, uno de los mercados más importantes del mundo y, como tal, ha de ser tenido en cuenta no sólo por las empresas que busquen expandirse, sino también por las que aspiren a sobrevivir en esta economía global. China requiere también que conozcamos las barreras, invisibles o no, que nos podemos encontrar en el camino. Por Omar Puertas, socio y director de la oficina de Shanghai de Cuatrecasas, Gonçalves Pereira. Fuente: Expansion.com

 

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