Impresoras 3D: ¿una “Tercera revolución industrial”? y un nuevo desafío legal

Por Gustavo A.A. Sena
Sena & Berton Moreno

 

Se han realizado partes de avión y todo tipo de repuestos, se hace cada vez más extenso su uso en medicina: cirugía vascular, cartílagos, prótesis y accesorios ortopédicos y hasta recrearon “la” oreja real de Van Gogh con células de un descendiente del aclamado artista. Muestras de arte, edificios y casas y varios diseñadores han creado colecciones de moda de zapatos, accesorios y sombreros, instrumentos musicales y hasta comida real con impresoras 3D. Y hasta la NASA envió al espacio una para la impresión de tornillos, muelles y herramientas adicionales para experimentos científicos en la base espacial. Llegaron para quedarse y habrá que acostumbrarse a nuevas reglas.

Dijeron presente en todo el mundo y los alcances de estos dispositivos están aún por descubrirse. Así también se genera un nuevo debate legal en cuanto al derecho intelectual de los propietarios de la versión original de lo que luego es duplicado sin autorización, márgenes económicos y violaciones al derecho de marcas y de patentes  que pueden abrir infinitas vías de conflicto y de casos que sienten precedentes en esta nueva era de innovaciones tecnológicas.

Las impresoras 3D presentan múltiples posibilidades porque se trata de una herramienta con un gran espectro de utilidad por su practicidad, funcionalidad, bajos costos y adaptabilidad a todos los ámbitos. Estas impresoras permiten copiar desde un objeto cotidiano a elementos sofisticados de diseño de cualquier industria.  Elementalmente, estos equipos son capaces de crear objetos con volumen.

Es indiscutible que aportarán significativos cambios en las costumbres de las sociedades en todo el globo, modificaciones troncales en las formas y estilos de vida de muchas actividades habituales. El uso de las impresoras 3D se expande a velocidades de fórmula uno y la multiplicación de nuevos modelos, con diversas tecnologías y elementos de impresión son novedad en el día a día. ¿Y el Derecho?

La cuestión medioambiental

Las primeras impresoras, que datan de 30 años atrás, generan figuras u objetos pequeños, funcionan con dos tipos de plásticos que se derriten con el calor: el PLA, donde sus filamentos emiten 20 mil millones de partículas ultrafinas por minuto. Y las que usan filamentos ABS (la mayoría), que emiten hasta 200 mil millones de partículas por minuto.

Recientemente,  se presentó un método de diseño de impresión de juntas de acero, que promete reducir el tiempo y los costos necesarios en el sector de la construcción. Hay equipos que utilizan resina acrílica que se solidifica mediante un láser, otros funcionan con plástico rígido, goma y plástico de baja viscosidad. También hay proyectos que contemplan que la impresión se realice con ceras y otros materiales biodegradables. Hay, de hecho, algunos prototipos que utilizan plástico reciclado de botellas.

Quizás también haya que contemplar que las implicancias del uso de estos equipos tengan algunos puntos oscuros. Por ejemplo, en la impresión por plástico ABS, esas partículas pueden depositarse en los pulmones o el torrente sanguíneo y sugerir un posible riesgo para la salud. Asimismo, cuando derriten el plástico con calor o láser, las impresoras 3D consumen mucha energía eléctrica, alrededor de 50 a 100 veces más energía eléctrica que el tradicional moldeo por inyección empleado para hacer un artículo del mismo peso. Por ejemplo, se estima más de una hora de operación para crear un diseño de pocos centímetros.

También, hay que tener en cuenta que los modelos actuales de impresoras 3D (que en nuestro país ya pueden adquirirse por un precio que oscila entre los 20.000 y 30.000 pesos)  son, en su mayoría, equipos de gran tamaño, por lo que ocupan mucho espacio y su traslado suele ser bastante complicado.

El conflicto legal: derecho del dueño vs. libertad individual plena

El tema abarca varias aristas, ya que no se están teniendo suficientemente en cuenta las contras o posibles problemas que se avecinan en relación a las empresas manufactureras, a los locales de venta. Como así también las implicancias que pueden traer en el transporte y en el control aduanero, en la ecología y, sobre todo, el incremento de la piratería de marcas y patentes con la reproducción desenfrenada de todo tipo de artículos: los cuales, diariamente, millones de personas podrán hacer, copiar, intercambiar, comprar y vender.

Es innegable que las impresoras 3D abren un mundo de posibilidades, así como también abren la puerta el mercado negro de productos ilegales. La creatividad está a flor de piel en una catarata de ideas e invenciones que parecen no tener fronteras, aún más ahora con la ayuda de estos equipos. Pero, han considerado, por ejemplo, por citar un rubro determinado, los diseñadores de moda que los usuarios podrán recrear in house sus modelos sin la necesidad de ir a comprarlos. Este cuadro de situación se asemeja mucho a la forma en que internet desafió los derechos de autor en las industrias del cine y la música, las marcas comerciales y las descargas ilegales.

Pensemos  en una hipótesis de trabajo en la cual hay  200.000 impresoras 3D en casas particulares. Si se imprimieran 30.000 pares de zapatos parecidos a los de la mejor marca de cada país o 100.000 camisetas de fútbol de la selección; cantidades de lápices, o de tazas, o remeras,  y si esto se hiciera con una marca que se puede reproducir fácilmente, las pérdidas serían muy importantes para los dueños de los derechos. Lo mismo pasa con un producto que estuviera patentado y pudiera ser impreso en 3D. Claramente hay un protocolo que seguir y leyes para aplicar, pero la facilidad es tan grande que la persecución de la legitimidad será un derrotero difícil de seguir. Y los fabricantes se multiplicarán por miles en todo el mundo.

Sumemos a ello, la existencia de escáneres 3D. Tomo un objeto, lo escaneo, lo imprimo. Así de simple.

Uno de los casos más resonantes actualmente, es el de la impresora Mink, la impresora 3D que revoluciona la cosmética. Presentada mundialmente este año por Grace Choi, una licenciada de 30 años de la Escuela de Negocios de Harvard, esta impresora 3D de uso personal permite producir cosméticos en la propia casa escogiendo la tonalidad exacta del color que se desea, de acuerdo al gusto y preferencia de cada consumidora. Con esta innovación, hay quienes ya tiemblan, porque se está poniendo en jaque a una industria que está valorada en 55 mil millones de dólares. Imaginar solo por un instante, lo que sería para cualquier mujer y en sólo un par de minutos crear toda una gama de sombras de ojos, lápices, labiales, rubores, etc. en cualquier tonalidad, coordinándolas entre sí para que combinen con una prenda que acaban de comprar, por ejemplo, en lugar de tener que comprar tono por tono al fabricante, tal como se hace hasta ahora. La mente vuela con este escenario, así como sus posibles consecuencias.

Una copia apócrifa, un peligro real

Cada avance de la ciencia plantea debates, discusiones de intereses de los más variados sectores, Es claro que se debe seguir avanzando, pero con ciertos cuidados que velen por el bienestar de la mayoría de los miembros de la sociedad.  En tal sentido, se sabe que hace tiempo ya se imprimió la primera arma 3D, con las implicancias que este hecho trae. También, como ya dijimos se pueden imprimir partes de máquinas y de autos, juguetes, y otros productos, que pueden poner en peligro la vida de las personas per se o si estuvieran mal fabricados.

Las leyes de Propiedad Industrial no deberán ser modificadas en cuanto a qué signo puede ser Marca o qué invento puede patentarse por la irrupción de las impresoras 3D pero sí en cuanto a los mecanismos de su defensa, la persecución de infracciones y las penas por los delitos de falsificación. Necesitaremos  adaptarnos con rapidez a estos cambios.

Actualmente el tema de las impresoras 3D es motivo de análisis en las principales Asociaciones internacionales vinculadas con la propiedad industrial. Así la AIPPI (Association Internationale pour la Protection de la Propriété Intellectuelle), tratará el tema en su próximo congreso en Toronto en Septiembre. La INTA (International Trademark Association), tiene sus comités internos, como el de Antipiratería estudiando el tema y también asociaciones locales, como la AAAPI (Asociación Argentina de Agentes de la Propiedad Industrial) que se ocupará del tema en sus próximas Jornadas.

La mente humana no descansa, siempre crea y avanza. Lo hace más rápido de lo que el derecho tarda en adaptarse a esta nueva realidad que enfrentamos que, sin exageraciones, nos coloca en las puertas de la 3ra Revolución industrial. Es necesario que, con toda rapidez, se evalúe el impacto de estos dispositivos en las distintas áreas del derecho involucradas y se sancionen las leyes necesarias para mantener el equilibrio entre este enorme avance tecnológico y los derechos de la sociedad en conjunto y de cada uno de sus miembros.

 

 

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